¿cómo puedo evitar sentir este absurdo miedo que me corroe
las entrañas?
¿y si no soy yo?
¿y si sólo estoy imaginando cosas?
¿y si todo es
una gran fantasía viviendo en mi cabeza?
Siento frío.
El mismo frío que he sentido todos estos años
de soledad compartida. Y sólo quiero huir y evadir la realidad.
Así que me aferro a tu recuerdo, cómo un niño lo hace a la
vital teta materna, porque es lo único que tengo.
Cierro los ojos y miro el pausado contoneo de tu cuerpo desnudo
gateando por el pasillo. Tu ojos de sumisión, mientras te tocaba y me pedías
permiso para tener un orgasmo; ese orgasmo anhelado por tantos años.
Y recuerdo tu cuerpo extendido sobre la banca, inmóvil por
las ataduras, tus ojos vendados, mi cara junto a la tuya y el embriagante
aroma a café y cigarro de tu aliento.
¿con qué lazo de locura podré amarrarte y evitar que huyas?
¡maldita adultez! ¡maldita responsabilidad!
Por favor, no
corras...
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