No son las noches insomnes, soñándote, imaginándote, porque
tu recuerdo me impide dormir.
No es el sobresalto de mi pecho al saber que al menos una
vez, me soñaste.
No es tu pelo de araña que me atrapa cual mosca al vuelo.
No es tu aliento con sabor a café y cigarro, con el que ansío
levantarme cada mañana.
No son tu silencio, tu indiferencia, tu lejanía, las que me
torturan.
No es tu recuerdo arrancándome la escasa cordura que me resta.
No son los poemas que escoges; no es tu abrumadora inteligencia.
No es esta copia barata de tu poeta favorito.
Tan sólo son “estos mis brazos tercos”...
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