lunes, 29 de diciembre de 2014

Tantra y BDSM

Recientemente encontré la traducción a un artículo que hace una comparación sobre el sexo tántrico y el BDSM. Me pareció muy interesante y quiero compartirlo. El artículo original en inglés lo pueden encontrar en:

http://www.thepathsoftransformation.com/?lang=en&article=7


 Dejo la traducción al español incluyendo los comentarios del traductor. Me parece que es un texto que vale la pena leer con detenimiento y reflexionar sobre él.




A primera vista, el Tantra y el BDSM aparecen como polos
opuestos del espectro amoroso. El Tantra sería el summun
desiratum
del sexo “vainilla” y el BDSM como algo
perverso que atenta contra la divinidad del ser humano.
Sin embargo mi experiencia como sanador sexual tántrico
y constatar que durante el estado extático necesario
en la cura tántrica suelen aparecer de forma reiterada
la necesidad de dominar o ser dominado sexualmente, me
lleva a tener grandes dudas sobre esa afirmación, creída
a pies juntillas hasta dos años atrás. Comienzo ahora
una serie de reflexiones donde trataré de analizar aspectos
de ambas prácticas donde pueda haber coincidencias y
otros donde la oposición parecer ser más clara. 
En mi búsqueda en la web sobre BDSM tántrico he encontrado
muy pocas páginas sobre el tema y en ellas se anunciaban
la celebración de talleres, pero sin ninguna profundización
teórica de qué define este tipo de BDSM. Tampoco he podido
encontrar trabajos salvo el texto explicativo de un taller
de Dark Eros propuesto por John Hawken
en su página The Tantric Path. Creo puede ser un
buen punto de partida para estas reflexiones. La traducción
del inglés es de mi autoría.


NdeT: Al traducir el texto me encontré con la dificultad
de encontrar un sustantivo castellano para el término
naughty (y naughtyness) que abarcase
las connotaciones sexuales del mismo. Distintos diccionarios
lo hacen como travieso, pícaro, desobediente, rebelde.
Tras darle vueltas al tema he optado por traducirlo como
morboso, que a mi parecer puede abarcar esa connotación
de rebeldía y sexualidad, tan presente en el texto. Por
eso cuando uso el término morboso o morbosidad lo hago
con cursiva para dar a entender esas connotaciones aunque
en el original no figure con estos caracteres.


“El acto de transgresión rompe las barreras del miedo
y la vergüenza y ese momento de liberación crea una carga
de energía sobre la que podemos cabalgar a las cimas del
placer y la experiencia de éxtasis. También establece
un sentimiento de sí mismo como independiente de las normas
sociales, un sentido de individualidad” John Hawken


En el mundo tántrico nuestra sexualidad es sagrada: es
nuestra ruta directa para la experiencia de lo divino,
sea en nosotros mismos, sea en el otro o en la experiencia
extática de la unidad con la energía universal. Si tú
no puedes ver a Dios en tu amante, ¿dónde podrás verlo?
Y por lo tanto, al ver a tu amante como un espejo de ti mismo,
al abrazarlo, abrazas el dios o la diosa en tu interior.



Pero la historia de Adán y Eva describe la pérdida de la
inocencia y la aceptación cultural de la energía sexual
(el símbolo de la serpiente) y de lo femenino (la manzana)
como algo pecaminoso y vergonzoso, como una experiencia
que nos aleja de lo sagrado y lo espiritual. En este sentido
todo Eros se torna oscuro. El Tantra describe exactamente la diferencia entre la
experiencia de la sexualidad inocente, espiritual y la
experiencia del placer como algo tabú, algo prohibido.
Aunque el tabú no sea aceptado de forma consciente, inconscientemente
conforma la calidad de nuestro placer


La sexualidad inocente se manifiesta en el cuerpo
como energía y excitación experimentada en un estado
de relajación. Sentimos una agradable expansión de
nuestra energía corporal, que nos conecta con nosotros
mismos como seres de luz, de energía, de fuego. Conocemos
la sexualidad como algo que somos, que es Uno con la fuerza
vital que fluye por el universo. Por lo tanto, el placer
en este estado de no-hacer, relajado y expandido, es el
camino a la experiencia de la felicidad como nuestro derecho
de nacimiento: sat chit ananda, la verdad como
conciencia de la bienaventuranza.


La sexualidad prohibida se manifiesta en el cuerpo
como excitación con tensión, con una contracción muscular,
especialmente del suelo pélvico. Esta tensión nos da
la impresión de creciente excitación, pero al mismo
tiempo establece límites físicos a nuestra energía
sexual y por lo tanto a nuestra experiencia de placer, confinándola
más o menos en el área genital. La contracción muscular
nos lleva a una experiencia de hacer, de actuar, en lugar
de gozar siendo sexuales y celebrando el estar vivos. Aún
más, la contracción energética nos lleva a sentir ansiedad,
bioenergéticamente hablando, la excitación con contracción
crea miedo: esto refleja nuestra ambigüedad hacia nuestra
energía sexual, sea esta ambivalencia consciente o no.
La tensión genital impide la agradable expansión de
más y más carga sexual, llevándonos en cambio a la descarga
de la excitación en un orgasmo genital, o tal vez más angustiosamente,
a la experiencia de frustración cuando la excitación
es suprimida y bloqueada por la tensión.


La búsqueda de la experiencia del orgasmo, que estadísticamente
dura entre 8 y 12 segundos, puede, especialmente para los
hombres, enfrentarnos con nuestra ambigüedad hacia
nuestra sexualidad, el mayor punto de goce es el momento
de salir de él. Por fin, podemos relajarnos de la tensión
crónica que nos controla, que es percibida como una descarga,
tal vez con ese toque de tristeza que Ovideo describe en
su “Ars Amandi: post coitum omne animal triste est”,
un sentimiento de pérdida de oportunidades, de haber
entregado nuestro derecho de nacimiento por un plato de
lentejas. Para las mujeres esta experiencia es menos extrema
ya que la descarga de la excitación permanece más en el
cuerpo, pero para ambos sexos el aprender a relajarnos
en la excitación incrementa nuestra capacidad para contener
más y más energía placentera dentro de nosotros mismos.
Esto no es posible en gran medida sin curar las tensiones
creadas por el estigma y el tabú contra el placer en nuestra
sociedad.


En cierto sentido toda nuestra expresión sexual que no
sea concientemente tántrica, expansiva e inocente es
oscura. Esta oscuridad, sin embargo, permanece fuera
de nuestra conciencia, que acepta la tensión. sus ansiedades
y ambigüedades que la acompañan como normal. Con el término
de Eros Oscuro invitamos a la exploración de todo
aquello de nuestra expresión sexual que es concientemente
transgresor, que investiga el sabor particular de la fruta
prohibida.


La conciencia de la transgresión crea una excitación
adicional, la carga energética que viene de la ruptura
de tabúes, del acto de rebelión, de la excitación del
atrevimiento y la morbosidad. Ahora bien, si usamos
la transgresión para un rápido ascenso energético,
realizando nuestros rituales de BDSM, identificándonos
con ellos, creando clubes y fetiches para anunciar nuestra
pertinencia, mientras al mismo tiempo alardeamos de no
ser convencionales, entonces reforzamos esas convenciones
y ciertamente la moralidad del sistema que parecemos combatir.
El estímulo de lo prohibido necesita de la prohibición
para producir ese estímulo. Los rituales repetitivos
festejan las tensiones al encontrar placer en estímulo
de realizarlos. La costumbre y familiaridad produce apetitos
que terminan cansándonos, se debe buscar más transgresiones
y se crea una espiral para un mayor y mayor estímulo.


En este curso intensivo nos volvemos concientes de la naturaleza
prohibida de la sexualidad en nuestra cultura y la tensión
resultante en nuestros cuerpos, aunque nuestras filosofías
abracen el camino de la sexualidad espiritual. Usamos
el Eros Oscuro, la excitación conciente de la transgresión
para trascender y curar las tensiones creadas por la excitación
ambigua. A través del sabotaje rebelde del sistema creando
placer en las tensiones, mientras buscamos movernos desde
el placer de las tensiones a los placeres de la expansión
y la relajación, podemos desempoderar el condicionamiento
social que nos empequeñece y limita nuestro placer sexual.
Nos movemos a través de la necesidad de lo intenso desde
y con los otros a la libre experiencia de nuestro estar en
el placer expandido. La clave es gozar sin ataduras de los
placeres oscuros, sin ser atrapados ni por la red de la moralidad
ni por el anzuelo de la adicción.


El sistema que ve la sexualidad como el mal, haciéndonos
malas personas si gozamos con los placeres sexuales, es
conducido psicológicamente por estados internalizados
de indignidad, vergüenza y culpa. Si no te reconoces en
la crudeza de “el sexo es malo”, entonces contempla
formas más sutiles como “demasiado placer es infelicidad”,
“no me merecen…” o “hay cosas más importantes
que hacer”… observa si te son más familiares y reconocibles.
Hoy día las prohibiciones rara vez nos detienen, pero
ciertamente pueden disminuir nuestro placer y arruinar
nuestra diversión.


El primer paso de la transformación es usar nuestra conciencia
para negar la moralidad, su validez y su poder. ¿Pensamos
que la sexualidad es mala? Si la respuesta es afirmativa,
entonces estamos de acuerdo con el sistema y no hay nada
que transformar. Si respondemos que no, nuestra conciencia
está lista para dar el salto, pero nuestra energía necesitará
unos pocos escalones para cruzar del pecado original a
la inocencia. El primero es cambiar de la posición de “gozar
del sexo es malo” a “gozar del sexo es algo morboso”.
En lugar de la transgresión moral, es una rebelión personal
contra la autoridad, un acto de independencia. Esta actitud
también revitaliza la fase anal de nuestra sexualidad,
cuando la excitación sexual se localiza en el primer chakra
como un excitante estar sobre nuestros propios pies, desafiando
las reglas, permitiendo a la tensión entre nosotros y
los demás ser emocionante.


La morbosidad provoca castigo, sea destructivo
o afirmativo. Un castigo destructivo busca reprime
nuestra morbosidad creando miedo en nosotros:
puede tomar la forma de violencia física incontrolada
o violencia psicológica como rechazo y retirada del amor.
Esta represión y miedo crea una tensión en nuestro primer
chakra que no puede ser relajado o liberado fácilmente.
Un castigo afirmativo reconoce que hemos sido
morbosos, celebra la excitación de la tensión
en nuestro primer chakra al afirmarnos como individuos
frente a la autoridad desafiándola sin destruirnos o
minusvalorarnos. Nuestra morbosidad se torna
heroica, revitalizadora. El castigo afirmativo necesita
encontrar la excitación en el primer chakra para incrementarlo
mediante la carga energética de un castigo seguro y respetuoso.
Entonces el castigo erótico ha nacido.


El castigo erótico sabotea los sistemas morales
y autoritarios dando al receptor placer sexual. Toma la
apariencia y la forma de un castigo físico, centrado en
la base pélvica, pero vivido como un juego erótico, un
cálido e intenso contacto que ocasiona placer a ambos
participantes por igual. No hay una ligadura a ningún
rol, ambos participantes tienen que ser capaces de cambiar,
dar y recibir con igual facilidad. Por medio de la afirmación
y la recompensa de la morbosidad el sistema fiscalizador
es saboteado y torna sin sentido frases como… “Hazlo otra vez y te tendré que castigar” “Oh si por favor, ¿qué tal si lo hacemos de nuevo mañana?”
“¡Bravo, miremos de castigarte otra vez!” “Es un trato” Los actos reales de recibir el castigo físico se transforman
en actos sexuales de rendición a la energía y la excitación,
legitimizada y, aún más, reforzada por el “castigo”



Desde el punto de vista del castigador, él/ella también
crea una transformación al abandonar la posición moral,
la de ser correcto o de tener derechos sobre el otro (por
ejemplo, para castigarlo) para buscar el castigo simplemente
para obtener placer haciéndolo. Cuando el placer sexual
es negado, lo más usual es la sublimación de su energía
bajo la forma de moralidad y poder. Esto crea el absurdo
de una sociedad donde las trabajadoras sexuales luchan
por legitimidad, mientras ser un soldado, un asesino profesional,
es una carrera honorable y distinguida. Explorar el Eros
Oscuro de dar un castigo es una forma de transformar el poder
nuevamente en placer. Cuanto más permitimos y aceptamos
el placer sexual en el poder, menos perverso se vuelve,
porque el placer reemplaza la necesidad de violencia que
surge como respuesta a su prohibición. La verdadera perversión
es el uso del poder mientras se niega el placer; a medida
que el placer es abierto, aceptado y encarnado como excitación
sexual en lugar de un estímulo mental, menos necesidad
tenemos para apoderarnos del otro, sea como justificación
moral o bajo otras formas de violencia. El poder de causar
dolor se convierte en el poder de dar placer, que a su vez
se convierte en el placer de dar placer.


Al explorar el Eros Oscuro del poder dándolo y del poder
recibiéndolo, tanto como castigo o en otras formas como
el bondage, descubrimos los impulsos espirituales que
subyacen. El deseo de rendirse, de darse a sí mismo, es
una urgencia espiritual. También lo es el deseo de usar
el poder concientemente. Es, por tanto, el deseo de ir más
allá del cuerpo y vivir momentos de intensa energía y
éxtasis.


Comenzamos por el incremento de la tensión que es la base
conciente del Eros Oscuro, pero a medida que experimentamos
su transformación en un puro encuentro erótico que es
una celebración de intensa energía, vivimos un retorno
al hogar, una conciencia de la energía sexual como el lugar
al que pertenecemos, como el centro de nuestro ser. Este
reconocimiento está acompañado por una profunda relajación,
una armonía y la bienaventuranza de un estado de energía
expandida.


Este es el verdadero corazón del Tantra.

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